Estas palabras son muy comunes, algunos padres de familia con los que he conversado se han expresado así:
“— Últimamente, mi hijo se ha mostrado muy rebelde, altanero, indisciplinado, irrespetuoso, desobediente, agresivo, se pelea con el primero que encuentra a su lado… — Le va mal en la escuela, ya no quiere estudiar, dice que: ¡para qué!… Es muy inquieto, taciturno, se la pasa escuchando música todo el tiempo, siempre con el estruendo o en el silencio de sus auriculares… Suele encerrarse en su cuarto, no hace otra cosa más que jugar vídeo juegos, ¡me exaspera!… Se la pasa en la calle, ni siquiera sé dónde está, quizá adquiriendo vicios, fumando, tomando… Se la pasa viendo televisión o siempre esta con el teléfono celular, incluso cuando hace tarea o cuando supuestamente está platicando contigo, inclusive se lo lleva hasta para ir al baño… Se la pasa en las redes sociales, enviando mensajes… No ayuda con los quehaceres domésticos de la casa, ni siquiera con su ropa o su cama y últimamente grita mucho, manotea, hace mohines, gesticulaciones; luego, hasta me da miedo, amenaza con irse de la casa, no puedes hacerle alguna observación, porque se siente ofendido y herido en sus sentimientos, armando que es su vida y que no lo entiendes… Te dice que ya está grande y que es dueño de su vida, incluso afirma que quiere vivir solo y de manera independiente”.
Hoy, en pleno siglo XXI, escuchamos comentarios, tales como: «La educación está en crisis!, sobre todo porque es común escuchar a las personas quejarse y lamentarse de la misma, siempre haciendo alusión a la “pérdida de valores”, manifestando que los valores no son como antes, reiterando con nostalgia los viejos tiempos del ayer. ¿Realmente se perdieron los valores?, ¿no habrán cambiado los tiempos y los valores con ello?, ¿Qué es un valor moral y cual es la diferencia con un principio ético? No estaremos confundiendo estos conceptos, moral y ética. Sin embargo, cuántas veces nos hemos preguntado: ¿Qué estamos haciendo mal?, ¿en que nos equivocamos?, ¿por qué mi hijo es así?
Algunos otros padres de familia que han referido esas emociones con sus hijas e hijos, me han expuesto lo siguiente, palabras más, palabras menos:
“— Dolores y dolores de cabeza, no hay día que no me haga repelar o maldecir. Es mi hijo, lo sé, pero de verdad que hay veces que no soporto su irreverencia, su actitud hostil y desafiante, siempre intolerante, desordenado, mal educado. Me saca de mis casillas y hay ocasiones, que, de verdad, me dan ganas de abofetearlo… ¡Bueno!… Una vez lo hice, estaba en los límites de la desesperación, lo agarre con fuerza, lo zarandee, le grite y le dije que quién manda en esta casa era yo, me miro desafiante y con una risita burlona en sus labios, me dio tanto coraje que lo golpee con furia, se me quedó mirando fijamente, con los ojos vidriosos, llenos de rencor; no me dijo nada, se volteó y se fue sin más, le grite: ¿A dónde vas? ¡Aún no hemos terminado! Me ignoro… Me quedé trabada de coraje y a su vez angustiada, me sentía mal, no podía creerlo y empecé a sollozar… Hoy todavía es peor, no me hace caso, hace lo que quiere, no le importa nada…”
Otros casos muy comunes, son los siguientes:
“— Fíjese maestro, que desde chiquita me ha mostrado mucha inquietud, he tenido muchos problemas con ella, siempre por los muchachos que la buscan…, y pues, ella se da a querer; no sé si la ha visto, pero muchos la han visto besuqueándose con cualquiera o la traen abrazada, no entiendo, ¿Cuál es la necesidad? ¿Tiene que dejarse besuquear por cualquiera? Esta chiquita, tiene 12 años, vive la vida muy rápido. Cuando sale de la casa va bien, y aquí en la escuela me dicen que tiene la falda hasta arriba, las uñas y los labios pintados…, no sé por qué lo hace…, en la casa con sus hermanos se pelea mucho, discuten a cada rato, no la bajan de prostituta y la agreden constantemente… ¡No sé qué hacer! …”
“— ¡Uh Maestro!… ¡Si le contara! Casi siempre es grosero, no me hace caso, se sale de la casa y llega hasta las 12:00 o 01:00 de la madrugada, llega con olor a cigarro y me dice que no fuma. Eso sí, no toma. Yo ya le dije que aquí, cero. No va a hacer lo que él quiera y si va a ser así; entonces, ¡patitas para la calle!… ¡Quiere andar en la calle! Pues órale… ¡a ganarse el pan de cada día! ¿Piensa que soy su mensa? ¡No! Ya lo sabe, conmigo no va a andar con tonterías. ¿Qué si ha cambiado?… ¡La verdad no! Para que le miento… Luego, me da harta risa, me pone su carita de regañado y pues me gana el corazón y me hace reír. Es muy risueño… Bueno, sí… ¿Va a reprobar?… ¿No me diga? Ya le he dicho que debe estudiar que pa´ qué quiero otro burro, si ya con su hermano y hermana tengo. Hay maestro, de veras que hay veces que no sé qué hacer…”
“— …Pues yo, ya la tengo sentenciada. Ya se lo dije, otro problema de esos y la meto a un internado. Ya van tres escuelas y no entiende, donde quiera se anda peleando, siempre metiéndose en problemas…, ¡Sí!…, aunque te sorprendas, ¡Y no me mires como si estuviera de mentirosa!, …Como le iba diciendo maestro… En la casa no hace nada, por todo me protesta, es altanera, engreída y violenta. Figúrese, la vez pasada la estaba regañando porque todo el cuarto estaba lleno de porquerías, dondequiera había cosas tiradas, es más, hasta sus calzones tenía tirados…
—¡Claro! ¿No querías que te ventilara verdad mamacita?… ¿Y que cree maestros?, que me empezó a gritar, al grado de querer pegarme… ¡Claro que sí!, ¡Me levantaste la mano!…, ¿Qué no es cierto?! ¿No será? …, pues ese día que agarra y que sale corriendo, empujándome sobre la cama y que azota la puerta… ¿Qué si he visto algún psicólogo? No, ¡para qué! Yo digo que la culpa la tiene su padre, todo le consiente y nunca le llama la atención. Yo ya le dije, que de la escuela no me hablen para quejarse de ella, porque no pienso ir…”
“— Maestro, buenos días,… Pues le vengo a preguntar si va a reprobar o no mi hijo Si va a reprobar que caso tiene seguirlo mandando, mejor que se vaya con su papá al trabajo que bien le hace falta hacer algo… ¡Sí! Todo el tiempo tiene para estudiar, casi no lo molestamos. Hasta hace apenas unos días decidí ponerlo a lavar su ropa, porque ni eso hacía; ¡ya está bien!, le dije, ya basta de haraganerías… Pues mire, siempre ha sido así, desde la primaria, nunca quiso aprender a escribir bien, la maestra decía que había que tenerle paciencia, pero yo creo que ya es mucha. ¿No? Sí, tampoco es bueno en la lectura… ¿No hace tareas?… Bueno, siempre le ha costado trabajo hacerla… Sí, hasta eso, hay veces que trata de ayudar y lo hace, pero de la escuela no quiere hacer nada… Bueno, la pregunta que le hacía era esa. ¿Va a reprobar o no? Si no, mejor me lo llevo a otra escuela…”
“—… ¿Qué hago maestro?, al rato lo voy a ver colgado en algún árbol…, no le miento, me dijo: — “¡me voy a matar!”. De momento, solo le dije: — ¡estas loco!, deja de decir bobadas. Pero la verdad si me espante. ¡Y si lo hace! Yo así no le juego, capaz que un día llego y no lo encuentro. Me preocupa, yo me voy todo el día al trabajo y no sé de él hasta en la tarde… Mejor le prevengo, dígame donde lo tengo que llevar y lo llevo…”
Y así, la lista es interminable, infinidad de malentendidos, de comunicación y de relaciones humanas desgastadas, este es el capital de estas situaciones que a más de las veces son eminentemente agotadoras y que en más de una ocasión nos han causado conflictos emocionales y dudas acerca de cómo darles solución a problemas de esta índole. ¿Ustedes que piensan?