La violencia hacia las personas y los objetos, si bien es cierto que no son naturales en el adolescente, son un acto de liberación y la gran mayoría son desencadenadas por una represión moral, social o política.
La autocensura del “súper yo” o del “ello” libera sentimientos adversos de destrucción hacía todo aquello que se permee como autoridad y de autodestrucción cuando se vea sometido a una fuerza mayor que la de él.
Por ello, el adolescente en la conformación de su identidad va a consolidar
un híbrido cultural, del cual tomará lo eminentemente necesario y lo demás lo rechazará y lo negará por considerarlo nocivo para sí, no importando de
quien sea.
Habríamos de recordar los niveles y los actos de liberación que todo acto regulado o condicionado por el poder manifiesta, primero se buscara liberar del más fuerte, si no puede, lo hará contra el más débil, si no lo logra por estar tutelado por el más fuerte, lo hará contra los animales, si lo animales también son tutelados, lo hará contra las cosas, y si éstas fuesen también tuteladas por el más fuerte, entonces se irá contra sí mismo.
Pero indudablemente siempre existirá un acto de liberación y actos de fuga tal y como lo describe Erich Fromm en el Arte de Amar.
Habría que ser conscientes de esos actos y actuar en consecuencia.