Las fobias, odios, gustos, sueños o frustraciones de las y los adolescentes, son consecuencias de las transferencias emocionales e intelectuales que el adulto tiene hacía el joven.
La estructura lógica de pensamiento parental es hereditaria y no existe ruptura paradigmática, salvo por una experiencia dolorosa, que obligue al joven a fugarse de sus propias limitaciones ideológicas; que, por ideologización política, religiosa o cultural, hayan sido perpetuadas a lo largo de su vida.
Es decir, la lucha ideológica con el adolescente es una lucha consigo mismo.